
Esto no va del Covid19 ni de la tragedia que ha traído consigo. Va de la vida que teníamos antes y que no debemos recuperar como si estos meses nunca hubiesen existido.
7:30 Despertar (teta, teta, teta, abrir los ojos por fin)
8:00 Levantarse, vestirse, desayunar (todos y cada uno. Un sólo cuarto de baño)
8:40 Salir de casa ( salir pitando)
9:00 Guardería (entrega rápida)
9:10 Trabajo (con la lengua afuera y maldiciendo los atascos matutinos)
18:00 Aparcar cerca de casa (de 20 a 50 minutos dando vueltas e intentando resistir el impulso de dejar el coche en medio de la calle)
18:20 Paseo por los parques, tiendas, la compra en el súper (en un intento de encontrarle algo divertido y atractivo para un bebé al hecho de pasear entre comida )
19:30 Cocinar, calentar, fregar
20:00,20:30,21:00 Acostar a la peque (teta, teta, teta...)
21:30 Cenar (calentar, o no...)
23:00 Caer en la cama (literalmente)
23:30-7:30 Despertares múltiples (cuando te acuestas en una cama y pasas a otra sin darte cuenta ni despertarte del todo)
Así todos los días salvo pequeñas variaciones pertenecientes a los fines de semana. Correr, correr, correr. Intentando llegar a una meta que no existe. Ver como el tiempo se resbala entre nuestros dedos sin poder retenerlo, siempre esperando el fin de semana escurridizo, siempre cansados, nerviosos, ansiosos, malhumorados.
No volvamos a la normalidad. Reinventémosla. Nuestra vida se nos escapa en el multitasking. Con las prisas no disfrutamos de nada de lo que nos brinda la vida. Ni siquiera de lo más valioso que hay en ella. No hallamos la paz. No comemos a gusto. No dormimos lo suficiente. No disfrutamos jugando con nuestros hijos. Siempre estamos repasando la lista de tareas en nuestra mente.
No volvamos a la normalidad. No es normal. No hemos venido al mundo para funcionar como una pila hasta que no nos quede nada de fuerza. No hemos nacido para olvidar a sonreír, para que el estrés sea nuestra constante. No nos enamoramos, nos casamos, tenemos hijos, para luego estar con ellos y tener la cabeza ida, repasando los quehaceres de mañana.
No volvamos a la normalidad. No del todo. Volvamos a las reuniones con amigos, esos que saben sacarte una sonrisa y te aguantan incluso cuando quieren darte una torta. Volvamos a las comidas familiares, no las de compromiso, sino aquellas que esperas con ilusión. Volvamos a disfrutar de los paisajes, la puesta de sol, el canto de los pájaros, los paseos en familia, una buena comida en una terraza, un helado derritiéndose mientras paseas sin prisa, las mañanas en el parque, las tardes en la playa, las noches llenas de estrellas que observar.
No volvamos a la normalidad. No sin conservar lo que hemos aprendido en este tiempo.. Los juegos en familia. Cocinar de verdad. Sí, pringando toda la cocina. No hacer mil cosas de cualquier manera, sino pocas pero bien hechas. Focalizar la atención, no dispersarse, despertar. Volver a conectar con uno mismo, nuestros sueños olvidados, nuestros proyectos aplazados, nuestro talento dormido.
No volvamos a la normalidad. Hagamos que cuenten estos meses. Hemos aprendido mucho. ¡Y sigamos lavándonos las manos igual de bien!
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