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La cartera (Cuento de Navidad)

Foto del escritor: Yulia DibrovskaYulia Dibrovska

Actualizado: 17 ago 2023



Paqui iba por la calle con las manos metidas en los bolsillos. Hacía el típico frío mañanero de un día de finales de noviembre. Todos intentaban pasar el menor tiempo posible en la calle y llegar cuanto antes a su destino. 


 El destino de Paqui era su peluquería. La abría muy temprano para todos aquellos que querían pasar por ahí antes de ir a trabajar. Era la referencia de su barrio porque peluquerías hay muchas pero peluqueras que sienten pasión por su trabajo no tantas. 


 Cuando estaba a punto de llegar le llamó la atención un bultito a un lado del camino.

Cuando se fijó vio que era una cartera. Se agachó para cogerla y ver si llevaba un DNI para devolvérsela a la persona que la ha extraviado y se quedó paralizada. El monedero estaba repleto de billetes de 500 euros. Pasaron unos segundos hasta que Paqui pudo recuperar el aliento y reaccionar. Cerró la cartera y echó a caminar muy rápidamente hasta la puerta de la peluquería. Entró de prisa y cerró la puerta. Se quedó unos segundos mirando a la calle por el gran ventanal de la primera planta y entonces se metió en el cuartito de limpieza. Encendió a tientas la luz y abrió de nuevo la cartera. Sacó los billetes de 500 y los contó. Había nada más y nada menos que 10 billetes, 5000 euros en total. 


 El corazón le latía fuerte. Cerró la billetera. La volvió a abrir y miró otra vez los billetes como si pensara que todo era un sueño y se iban a desvanecer. Intentó tranquilizarse diciéndose a sí misma que nadie sabía que los tenía y que estaba a salvo en su peluquería. Respiró hondo varias veces y se centró en buscar algún nombre o indicio del propietario de la cartera. No había ni tarjetas, ni cupones, nada de nada, sólo los billetes cuidadosamente doblados. 


 Paqui se paró un momento a pensar. Le vinieron a la cabeza cosas que pagar, los regalos de Navidad que aún no había comprado, el alquiler atrasado del local de la peluquería. Al fin y al cabo, no era de nadie, no había ningún indicio del propietario de aquella fortuna, y, si lo encontró ella, será por algo, ¿verdad? No le estaba robando a nadie porque no había nadie a quién devolvérselo. Aunque claro, podría llevarlo a la policía y entregarla, pero al no haber ningún identificativo no podrían hacer nada ellos tampoco, entonces ese dinero se lo quedaría el Estado y a saber quién terminaría metiéndoselo en el bolsillo. Pasados esos momentos de cavilaciones intensas, Paqui cerró la cartera, fue hasta su bolso y la metió ahí decidida a quedarse con el contenido. Sonrió pensando en todo lo que podría hacer con él. La de cosas que pagaría, se quedaría sin deudas. 


 La mañana pasó volando atendiendo a los clientes que no paraban de entrar con ganas de cambiar algo de su aspecto achuchados por el espíritu navideño. Había algo especial en el aire. La magia de las fechas festivas se dejaba percibir en el aire sin mucho esfuerzo. Paqui volvía a pensar en su hallazgo de vez en cuando y se imaginaba gastándolo ya. 


 Cerró la peluquería por la noche y se dirigió a su casa. Vivía sola en un barrio tranquilo y familiar. Veía a sus vecinos pasar con los regalos envueltos en papel colorido. Los niños corriendo emocionados, esperando sus regalos. Diciembre es el mes más alegre para unos y el más triste para otros. Cuando somos niños es como sumergirse en un cuento lleno de luces, nieve y regalos bajo el árbol. Con el tiempo nos volvemos más pragmáticos, realistas, y, también en parte, más tristes. Las Navidades ya no son lo mismo cuando las familias dejan de reunirse, los padres se separan, los abuelos mueren. 


 Paqui se sentía sola y apesadumbrada. Volvía cansada a una casa que era suya pero la que sentía como extraña. Nadie le esperaba. Su madre falleció dos semanas antes de Nochebuena hacía ya tres años y desde entonces nada volvió a ser igual. Al llegar a casa sintió el impulso de mirar las pertenencias de su madre que guardaba en su antigua habitación. 


 Dejó el abrigo y se sentó en la cama con un pequeño arcón de madera lleno de cartas. No se había puesto nunca a leerlas, el recuerdo de su madre dolía mucho y ver su letra era lo más parecido a volver a oír su voz y echarla tantísimo de menos. 


 Su letra era pequeña y redonda. Se escribía con amigas del colegio. Con una compañera de trabajo que se mudó a otra ciudad. Las cartas estaban llenas de vida, de ilusiones, de planes. Paqui pasaba de una a otra deteniéndose sólo en algunos párrafos y sintiendo una opresión fuerte en su pecho. ¿O era un nudo en la garganta?


 De repente vio un documento entre las cartas que destacaba por la letra mecanografiada. Era una partida de nacimiento. La de Paqui. Aparecía el nombre de su madre, el sexo del bebé, pero la fecha estaba mal. Esa partida databa 5 años antes de nacer Paqui y no coincidía ni el día ni el mes tampoco. Se quedó en blanco mirando el documento. ¿Lo amañaría su madre para alguna cosa? Imposible. Era un original, con sellos. 


 A Paqui le entró un sofocón. Su madre tendría sólo 17 años. Por su cabeza pasaban miles de pensamientos por segundo, le faltaba aire y su corazón latía desbocado. ¡Tenía una hermana! No sabía cómo se llamaba, ni donde estaba, el único dato que tenía era la fecha de nacimiento.  Ahora que su madre estaba muerta no tenía a quién preguntar. ¿Cómo encontrarla? ¿Debía encontrarla? De no tener a nadie en este mundo de repente pasó a sentirse acompañada. ¡Una hermana mayor! ¿Cómo será? ¿Dónde vivirá? ¿Tiene familia o está sola como Paqui?


 Con la emoción que sentía no pudo ni cenar así que se fue a dormir pensando que quizás debería usar el dinero que ha encontrado en contratar a un detective que le ayudase a buscar a su hermana. Y esos fueron sus últimos pensamientos antes de sumirse en un profundo sueño. 


 Hacía frío y mucho viento. Paqui caminaba sólo por un parque que hay cerca de su casa. No había nadie a su alrededor, quizás porque era temprano. De repente en el camino a unos pasos de ella vio una cartera negra. Por alguna razón no estaba segura de si era bueno acercarse pero la curiosidad le podía. Despacio siguió hasta el lugar y se agachó para coger el monedero pero al abrirlo empezó a salir de él un denso humo negro. Empezó a entrarle en los ojos, la nariz, la boca y la estaba ahogando. Paqui tiró la cartera y empezó a correr pero el humo la perseguía, metiéndose en sus entrañas y ahogándola. 


 Tras una fuerte sacudida se sentó en su cama y al mirar a su alrededor se dio cuenta que era una pesadilla. Pero no se sentía como un sueño normal, tenía que significar algo. Su cuerpo entero temblaba y supo lo que el sueño le decía: tenía que entregar la cartera que había encontrado…


 Seguía pensando en su sueño cuando la nombró la joven policía para pasarla a hablar con un agente. 

–Buenos días Paqui. Por favor, cuéntenos cómo y dónde encontró la cartera. ¿Había alguien cerca que pudiera haberla perdido unos minos antes. ¿Alguien que a lo mejor la estuviera observando para ver qué hacía?

–La calle estaba desierta. Miré a los lados por si se la podía devolver a alguien pero nada. No había dentro nada más que el dinero. Ni DNI ni ningún otro documento o tarjeta. Nada de nada.

–Tenemos en la sala de al lado a un matrimonio que dice haber perdido una cartera con 5 mil euros. Iban a ingresar sus ahorros al banco y la extraviaron. ¿Es la cantidad que usted encontró? ¿No había ni un céntimo más ni menos?

“Qué manera tan delicada de preguntarme si me he quedado con algunos centimillos”–pensó Paqui.

–Oiga, si quisiera quedarme algo de ese dinero, usted y yo no estaríamos aquí teniendo esta conversación el día de Nochebuena.

–Disculpe, tenemos que preguntarlo, entiéndalo. Voy a llamar a las personas que reclaman la cartera pero la que les vamos a enseñar va a ser la suya y no la que encontró. A ver qué dicen, ¿le parece?

–¿Piensa que podrían venir a reclamar una cartera de la que no saben nada?

–Probablemente no pero no está de más hacer una comprobación. 


 El agente le indicó a su compañera que podía invitar a entrar al matrimonio que estaba esperando. Cuando entraron a Paqui le dio un vuelvo el corazón. La señora se le parecía mucho a…¡ella misma! Se puso muy nerviosa mientras sacaba su monedero del bolso y dándoselo al policía. 


–Esta señora encontró esta cartera. ¿Es la que han perdido ustedes?

 Los dos ladearon la cabeza tristes y decepcionados. Entonces el policía sacó del cajón la que realmente se había encontrado Paqui y se la enseñó.

–¡Sí, es esa! ¡Qué alegría!


 Mientras los agentes organizaban todo el papeleo, Paqui y el matrimonio que acababa de conocer hablaban contentos. 


–Ojalá hubiera más personas como usted. Vinimos aquí sin ninguna esperanza de encontrar el dinero. ¿Quién iba a devolver una cartera sin ningún nombre y llena de billetes?

–Yo no iba a hacerlo pero anoche tuve un sueño y al despertar supe que debía devolverlo. Me siento muy bien ahora, salvo porque quería contratar un detective privado y ahora me temo que no podré hacerlo.

–Bueno, mi mujer contrató a uno hace años buscando a su familia y no logró encontrar ninguna pista buena. 

–Yo supe anoche que tengo una hermana pero el único dato es que nació el 13 de abril de 1964. Mi madre tenía 17 años entonces y la tuvo que dar en adopción o algo. Ahora no sé cómo encontrarla. 


El matrimonio se cruzó una mirada extraña y de repente la señora cogió la mano de Paqui.


–Paqui, creo que ya no hace falta que busquemos a nadie. Acaba de decir la fecha de mi cumpleaños y la edad de mi madre biológica. Eran los únicos datos que pode averiguar yo. 


 Las dos lloraban emocionadas, contando sus vidas y lo que les había pasado en esos años. Sólo pensar que llevaban todos estos años separadas por 5 manzanas de edificios. Antonia había estudiado magisterio y daba clases en un colegio. Se había casado y tenía 3 hijos. Estaba mañana al despertar Paqui estaba sola y triste, tenía una hermana que no podía encontrar y 5 mil euros que no podía usar. ¡Ahora tenía una hermana mayor, un cuñado y 3 sobrinos!


–Esta Nochebuena va a ser la más especial de nuestras vidas– dijo Alberto. Vamos a dar una buena sorpresa a todos. La magia navideña existe de verdad…


 Mientras Paqui terminaba el pastel especial que hacía su madre todos los años y que más que nunca quería compartir, pensaba en lo que pudo haber pasado si no hubiese ido a la policía a devolver la cartera. Quizás nunca hubiese encontrado a su hermana y estaría ahora mismo calentando algo de comida rápida en el microondas. Se sentía muy agradecida. Volvía a amar la Navidad. 




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