
Todos sabemos que el tiempo vuela cuando te lo estás pasando bien y que los momentos difíciles se hacen eternos. Recientemente, tras estrenarme en la maternidad, he descubierto que el tiempo vuela también cuando un bebé duerme.
Esos preciados, benditos momentos en los que puedes hacer cosas que antes no valorabas: mirarte la cara en un espejo (no apto para las sensibles), desayunar-comer-cenar (para los afortunados), hacer las tareas del hogar (por necesidad extrema). Ducharse, ir al baño, beber agua o cualquier cosa de esas se vuelven un lujo. A veces tienes 20 minutos para hacerlo todo, a veces 5. Depende de lo que quiera dormir el bebé antes de reiniciar el bucle pañal-pecho-vigilia-sueño.
¿Cómo arreglarte para ir a algún lado si no puedes despegarte del bebé? ¿Cómo quedar con alguien a una hora concreta y que no sea en tu propia casa? Muy difícil. Pero no imposible. Al fin y al cabo estoy escribiendo estas líneas sentada tranquilamente en el salón después de haber recibido la visita de una amiga y haber desayunado juntas (en mi casa, pero aún así). Siendo madre primeriza a veces es cuestión de organizarse y adaptarse al cambio de prioridades en tu vida.
Sé que el agobio acompaña a muchas madres recién estrenadas. A veces llega a ser frustrante ver pasar las horas y días sin haber podido hacer ni un 10% de lo que uno se propone. Cuando piensas en la baja maternal te da la impresión de que te vas a aburrir sobremanera de tener tanto tiempo en casa. La verdad es que el aburrimiento desaparece del vocabulario por completo. Estás siempre haciendo cosas: con el bebé o mientras el bebé duerme.
No es una queja, es una observación. Como ya he dicho, nuestras prioridades cambian a lo largo de la vida y ésta ahora es mi etapa. Cuando eche la mirada atrás, sé que me parecerá un tiempo mágico: solas con mi pequeña todo el día para poder mimarla y disfrutar de cada "gugú" y sonrisa que me regala. Así que el tiempo siempre es relativo y hay que saber disfrutar, sea la etapa que sea que te ha tocado.