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El día en que me convertí en madre

Foto del escritor: Yulia DibrovskaYulia Dibrovska

Actualizado: 17 ago 2023


En realidad no fue un día, fueron muchos días a lo largo de muchos meses...

El primero fue el día en que me hice el test de embarazo y salió esto:

Mi marido y yo estábamos juntos esperando el veredicto y apareció el mensaje que le dio un giro a nuestra vida.

Es una experiencia rarísima. No te sientes diferente, nada visible te corrobora que realmente lleves una vida nueva en tu interior salvo ese aparato que ya hasta te dice las semanas aproximadas. ¡¡¡Vaya recuerdo de las últimas vacaciones que nos habíamos traído!!!

Ese día salimos a pasear por la ciudad, por el paseo marítimo, a tomar algo por ahí. Ya nada era igual ni se sentía igual. ¿Puedo tomarme una cerveza? ¿Puedo seguir comiendo las mismas cosas? ¿Debo hacer algo? ¿Hay que repetir el test o ir al médico? ¿Es mejor esperar?

Era un sábado soleado, la ciudad estaba llenísima y vibrante y yo no podía dejar de pensar en lo que suponía estar embarazada, si era un buen momento o mal momento, cómo íbamos a afrontarlo, cómo adaptarnos, cómo comunicarlo a la familia y cuándo. Todo eran dudas e incertidumbres pero guardo una foto de ese día con un mensaje que entonces no significaba nada pero hoy al ver esa foto me parece casi premonitoria:

Como os iba diciendo me enteré un sábado y el lunes siguiente ya estaba en la consulta del ginecólogo. Mi intención era corroborar con algún test o analítica si no se trataría de un error, pero, tras la ecografía y observación de ese "puntito negro" que ya se había ubicado en mi útero, ya no había dudas. Ese día salí con esa imagen en la cabeza. Algo tan pequeñito ya estaba convirtiéndose en una persona día tras día. Y yo ya era su madre.

El siguiente gran día sucedió algo increíble. Pude escuchar su corazón latir con fuerza. ¡Con tan poquísimas semanas! Qué gran momento, qué gran sensación, qué sonidos más dulces... Es lo que tiene ser novata, te pilla todo por sorpresa. No sabes bien qué sentir, qué esperar. A veces te sobrecoge un gran miedo de no ser capaz, de no estar preparada, de no poder encajar esa nueva vida en la tuya... Pero el tiempo va pasando y conforme avanza el embarazo y su curso va marcando tu cuerpo y tu mente, las dudas pasan a un segundo, tercero, cuarto lugar mientras la ilusión se abre paso. ¿Cómo será mi bebé? ¿A quién se parecerá? ¿Será niño o niña?

Un día leí en un foro de futuras mamás que en cada embarazo los médicos nos "regalan" un susto, Y es que tampoco hace falta mucho. Cada frase sin concluir, cada expresión extraña, cada silencio o cara rara del médico, ya nos pone en un estado de alerta máxima. No sé si nos pasa a todas o sobre todo a las primerizas, pero vas al médico con muchas ganas de ver y oír a tu bebé y al mismo tiempo con miedo a que te digan algo malo. Un día el médico me mandó tomar aspirina todos los días hasta, prácticamente, el final del embarazo, porque consideraba que mi bebé pesaba menos de lo que debería. Me callé las dudas y las consulté con quien lo sabe todo: Google. Error mío. Leyendo el para qué te pueden recetar aspirina estando embarazada me topé con varias enfermedades y complicaciones de las cuales no sabía nada y no hace falta decir que no pude dormir en toda la noche. A la mañana siguiente ya estaba en consulta viendo otra vez el tema. Había que seguir el peso del bebé semana tras semana y no había más.

Consulta tras consulta veíamos que el peso seguía en aumento y por lo tanto no había que alarmarse. Pero mi gran susto vino más tarde con la analítica del tercer trimestre. Resultó que me había salido positivo el nivel de inmunidad de Toxoplasmosis. A todas las embarazadas nos asustan con ese bicho que tan peligroso puede ser para el bebé, sobre todo cuanto más pequeño le pille. Os explicaré qué significa ese positivo. Al principio del embarazo me había salido negativo, lo que significaba que no había pasado la Toxoplasmosis (poco más que un resfriado en un adulto) y si ahora me daba positivo es que me había contagiado ya estando embarazada, en algún momento entre el segundo y el tercer trimestre. Mientras esperaba la repetición de los resultados volví al sabio Google (error como siempre). No hace falta que describa todos los horrores que vaticinaba la información sobre la Toxoplasmosis. Con decir que a lo largo de las siguientes tres semanas no hubo día sin llorar y noche de descanso basta. Y es que ahí también me convertí en madre. La que intenta hacer lo mejor por sus hijos y guardarlos de cualquier mal. ¡Y qué mala madre me sentí entonces! Cuánta impotencia, cuánto pesar. Creo que nunca me sentí más vulnerable que cuando estaba embarazada. Portadora de una nueva vida, responsable de ella y al mismo tiempo tan impotente. Me hicieron la prueba repetidas veces ya que algo no cuadraba, y gracias a Dios, los positivos fueron falsos y finalmente todo quedó en nada, no hizo falta adelantar el parto finalmente y sólo quedaba esperar que todo siguiera su curso natural.

Y hablando del curso natural. Llegué al fin del embarazo, las ansiadas 40 semanas. Uno de los miedos que tenía ( y que creo que comparto con muchas) fue el que se me adelantara demasiado el parto. Cada semana era celebrada en mi corazón al dar más posibilidades de sobrevivir al bebé. A partir de la 37 ya no hay preocupación ya que el bebé está completamente desarrollado pero al llegar a las 40 sin que nada pasara, nace una nueva preocupación: ¿irá todo bien si el bebé no quiere salir aún? Paseos largos, pelota de gimnasio, etc. Al final con 41 semanas y 2 días me ingresaron para inducirme el parto. Después de toda la mañana y toda la tarde de contracciones finalmente se decidió practicar la cesárea. A partir de ahí todo pasó tan rápido que no me daba tiempo asimilar nada. Y entonces vi cómo sacaban a mi bebé de mis entrañas. Sus bracitos agitándose, su pelito mojado, su llanto. No hay nada tan increíble y extraño como convertirse en madre. Sostener a tu bebé, proporcionarle calor, alimento de tu propio cuerpo, darle amor y noches sin dormir. Cada día es una nueva aventura y un nuevo desafío, y es que al final, todo merece la pena.

Bienvenida peque y gracias por convertirme en mamá.

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