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Por donde pasó Aníbal con sus elefantes de guerra

Foto del escritor: Yulia DibrovskaYulia Dibrovska

Actualizado: 17 ago 2023


La primera vez que estuve en Cartagena fue por trabajo pero me sorprendió encontrarme con una ciudad mediterránea con una impronta propia. El paseo marítimo, el famoso submarino, el puerto y además ese coliseo que vi sobre una colina (hablaré de él más tarde) me llamaron mucho la atención.

Mi padre es uno de esos amantes de la historia al que preguntas por un hecho en concreto y te cuenta varios siglos como quien no quiere la cosa. Nos dijo que le gustaría mucho conocer la ciudad de Cartagena donde Aníbal bañó a sus elefantes de guerra durante las guerras púnicas y como no nos supone un desplazamiento largo decidimos hacer una escapadita además quería enseñarle a mi padre también aquel bonito coliseo.

Tengo que reconocer que estar paseando por Cartagena a las 4 de la tarde en pleno julio no es para cuerpos débiles. Me imaginaba a los pobres elefantes pasando esos calores tremendos de 40ºC y no me extrañaba nada que se bañaran a la primera oportunidad que tuvieran, me hubiese tirado al agua yo misma si estuviera al lado de la playa! Para animarnos había música en vivo en el aire de un escenario cercano donde ensayaban músicos africanos sus notas inconfundibles. Nuestro objetivo era ver el antiguo Anfiteatro romano para llegar al que tuvimos que subir una cuesta y luego unas escaleras pero las vistas que se abrieron ante nosotros merecieron la pena e hicieron que se nos olvidara todo el calor. Mi padre disfrutó como nadie por la carga histórica de esos lugares donde hasta la naturaleza y los árboles eran como él se había imaginado. Desde luego que algunas obras humanas sobreviven mucho tiempo para contar aquello que ya pocos pueden saber.

Sólo nos quedaba un sitio por ver: el coliseo de Cartagena que vi hace meses. No recordaba su ubicación exacta pero sí que estaba en una colina. Nos pusimos a buscar la dirección en Google pero sólo salía un restaurante con el mismo nombre, qué extraño! Decidimos buscarlo por nuestra cuenta, no podía estar lejos. De pronto lo vimos tal y como lo recordaba. Lo estaban restaurando y subimos por el camino que llevaba al otro lado del monumento. Cuando paramos para salir a verlo leímos en la placa que se trataba de una plaza de toros, sí, construida en 1853 pero al fin y al cabo poco tenía que ver con un coliseo de la época del Imperio Romano. Menos mal que no se rieron de mí mas que la mitad del camino de vuelta a casa!

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