«El papel es más paciente que los hombres»

Este ha sido mi libro elegido para leer en la playa mientras tomo el sol. "Vaya contraste" diréis los que ya lo habéis leído. Desde luego que la historia de una niña judía que se esconde en una especie de anexo secreto de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial es justamente lo opuesto a alguien que se tumba para ponerse morena mirando el mar y disfrutando de la brisa. También os puedo asegurar que el impacto es mayor y a su vez impresiona más ver por qué penurias e injusticias puede pasar un ser humano cuando uno no goza de la libertad de ir a donde quiera, hacer lo que considera oportuno, expresarse y no ser perseguido.
Aunque es muy difícil imaginar una vida como la que tuvo que llevar Ana, es verdad que en parte también me siento identificada. He escrito tomos y tomos de diarios desde la temprana adolescencia y sigo haciéndolo hoy en día, aunque la falta de tiempo y la rutina de los acontecimientos hacen de mi diario algo mucho menos «diario». Reconozco las inquietudes de la joven autora, su enfrentamiento a los mayores, su tristeza frente a la incomprensión del entorno y los intentos de buscarse a sí misma. ¡Qué buen ejercicio el de analizarse en un diario! También yo puedo decir que el papel es más paciente que cualquier persona, pues nadie querría escuchar un autoanálisis tan profundo y tan personal (en el caso de que alguien se atreviese a compartirlo). Cuando cojo mis diarios me quedo profundamente conmovida por esa trayectoria que he llevado de maduración, incomprensión y tantas veces la no aceptación de mí misma, mis reacciones o mis actos. Lo que un día era la principal preocupación de mi vida ya no significa absolutamente nada. ¡Pero, y cuántos momentos felices! Cuántos episodios dichosos en los que uno quiere permanecer para siempre. Me viene a la mente la frase de un escritor ucraniano que apunté en el colegio: «qué significa la felicidad cuando tiemblas por cada uno de esos instantes».
Lo que guarda un diario es más que un testimonio. Los diarios guardan a las personas tal y como eran en el momento de escribirlos. Es como una especie de máquina del tiempo en la que puedes presenciar los hechos que marcaron a sus autores, pero también es un pasadizo secreto al interior de una persona, a esos lugares a los que nadie llega, a esos secretos que uno nunca confiesa. Os invito a conocer a Ana, su excepcional testimonio en el entorno inhumano de los tiempos que le tocó vivir, pero también conocer a la niña Ana, que solo quería tener un amigo que pudiese comprenderla y escucharla. Ahora nos tiene a todos nosotros…