
Estamos acostumbrados a explicar cualquier fenómeno con los conceptos de la «buena suerte» y su hermana, la «mala suerte».
No solo nos ayudan a explicar fenómenos, también simplifican nuestra manera de pensar, actuar y esperar de la vida y nosotros mismos.
Metemos de todo en esos dos sacos y pueden ser peligrosos y desmotivadores.
Buena suerte
Si ves a una persona que ha logrado el éxito en su campo, es reconocida, popular y parece que todo le resulta más fácil… ¿Qué es sino la buena suerte que ha tenido?
Llamando suerte a todo el esfuerzo de alguien, sus noches sin dormir, sus caídas, fracasos que le han llevado a trabajar más y mejor… ¿Sabes qué pasa? Que en vez de reconocer el trabajo duro de esa persona, lo atribuyes a un fenómeno mágico en el que tú no puedes influir. Hagas lo que hagas.
¿Para qué ibas a esforzarte tú si a esa persona se lo ha dado todo la buena suerte?
No hay talento, no hay trabajo duro, no hay lágrimas ni desesperación, no hay colaboradores, no hay aprovechamiento de las oportunidades.
Solo eso, la buena suerte se ha encargado de todo.
Lo único que ves es el resultado.
Es un techo bajo que te impide ponerte de pie e intentar estirar el cuello. Totalmente limitante.
Mala suerte
La mala suerte siempre está al acecho. Resulta una vía fácil para sentirnos mejor con lo que no nos ha salido bien.
¿Has suspendido un examen? No es que no hayas estudiado lo suficiente, ha sido la mala suerte.
¿No has conseguido la plaza a la que te presentabas? No es que no hayas sacado una nota suficientemente alta, es que ha sido la mala suerte.
¿No te funciona tu estrategia de negocio? No es que no hayas estudiado a tu cliente ideal y a la competencia, es que es todo mucha mala suerte.
Y así hasta el infinito.
Si lo atribuimos todo a la buena o a la mala suerte, ¿sabes lo que dejamos de hacer? Dejamos de aprender de los que lo están haciendo verdaderamente bien y dejamos de aprender de nuestros propios errores.
En los negocios, no dejes nada al azar. Trabaja y analiza los resultados. Te aseguro que sean como sean no será ni la mala ni la buena suerte, sino tu propia actuación, experiencia, conocimiento y los colaboradores que impliques.
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