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Pequeños confesionarios o Salas de Lactancia

Foto del escritor: Yulia DibrovskaYulia Dibrovska

Actualizado: 17 ago 2023


He de decir que antes de ser mamá no sabía ni que existían las salas de lactancia (como tantas otras cosas) y ahora son un refugio para sentarme cómodamente con mi baby en medio del bullicio de un día de compras. No obstante, cada vez que voy es como un nuevo capítulo de la serie Maternidad y sus mil caras.

Estás en la sala de lactancia de un centro comercial con un bebé y es como decir: "tengo un bebé pero la vida sigue y salimos de compras". Ves madres y bebés tan distintos que te das cuenta que usar la palabra "maternidad" es como intentar resumir mil conceptos distintos en un sólo color. Veo madres seguras de sí mismas o quizás tímidas, que casi no hablan con las demás. Les dan de comer a sus bebés o les cambian el pañal (o las dos cosas) y se van sin más. Otras buscan desahogarse o simplemente hablar con mamás iguales a ellas, comprobar que lo que les pasa es normal, que no se están volviendo locas, que lo hacen bien. Oigo muchas frases como: "mi bebé no se engancha bien al pecho", "ojalá no tuviera que llevarlo a la guardería pero tengo que reincorporarme al trabajo", "mi hijo es prematuro" y un largo etc. Da igual lo que nos pase o en qué problema nos encontremos. Hay algo que nos une a todas en esos confesionarios cotidianos: el sentimiento de culpa.

Antes de ser madre veía muchos libros dedicados a las madres para que no se sintieran culpables y no entendía bien el por qué. Porque cada madre es distinta y salvo casos que no voy a mencionar, todas queremos hacerlo lo mejor posible. Entonces, ¿por qué sentirse culpable? Pues bien, ahora que soy madre entiendo perfectamente que el sentimiento de culpa viene por todo y es implacable. Empezando por el parto. Me hacía más de 5 km prácticamente a diario, pasaba un ratito en la pelota suiza, masaje perineal 15 min... Todo ello para terminar en una cesárea no programada. Adiós a mis conocimientos sobre la rotura de la bolsa amniótica, posturas para ayudar al bebé a bajar durante la fase de dilatación, respiración y pujos del parto...

La lactancia es un tema a tratar por separado. Si bien la naturaleza lo hace todo muy bien y sale en tu ayuda, aún te queda mucha frustración y preocupación con la que lidiar. Desde las primeras horas del bebé intentas desesperadamente saciarlo sin saber si lo estás poniendo bien al pecho. Yo repetía como un mantra lo que nos enseñaban en el curso de preparación al parto: "Bebé al pezón, no el pezón al bebé". Hasta ahí bien, pero el bebé en cuestión de pocos minutos vuelve a llorar, crees que no tienes nada en tus pechos y estás matando de hambre a la pobre criatura. Alaaaa, qué mala madre! Si encima aparecen los buenos consejeros con su "hay que darle biberón" apaga y vámonos. Yo llamaba a las matronas y enfermeras a todas horas: "creo que no se engancha bien", "sigue llorando y creo que tiene hambre", "creo que no tengo nada en los pechos". Una matrona con toda la tranquilidad del mundo me apretó un pezón, me enseñó las gotitas amarillas de calostro que salían y me dijo: "con esto tiene todo lo que necesita, que su estómago ahora es como una canica". Hasta me grabó con mi móvil un video de mi baby al pecho para que luego en momentos de angustia lo viera y pensara "soy capaz de hacerlo".

Veo que muchas madres confiesan tener un montón de problemas y preocupaciones al respecto, que no consiguen afianzar la lactancia semanas o hasta meses después de parir. ¡Qué importante es que te apoyen en esos momentos en vez de animarte a abandonarlo!

Además del sentimiento de culpa también hay una cosa que nos une a todas las mamás de las salas de lactancia: el amor. No hay más que ver la ternura con la que cada mamá mira a su peque. Cómo todas nos volvemos unas cursis enamoradas de esas pequeñas personitas, que nos hacen sentirnos tan vulnerables y tan fuertes a la vez. Y es que nos convierten en seres extraordinarios capaces de dar tanto de nosotras: alimento, calor, protección, cariño. Por eso si escuchas a una mamá decir que duerme fatal porque su bebé se despierta cada 2 horas, créeme, no necesita que le digas que el tuyo duerme 8 horas seguidas. Si escuchas a una mamá decir que está teniendo problemas con la lactancia, no hace falta que le digas que le diste el pecho a tu hijo 2 años y nunca tuviste ningún bache ¡Qué bien hija! Y con un poco de suerte tampoco pasará la edad del pavo. Todas intentamos dar lo mejor de nosotras y por eso si vas a ofrecernos algo en este pequeño confesionario que sea un poco de comprensión.

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